Conocí a Raúl el 30 de noviembre de 2018, era una noche fría, en Álora. 

Nadie nos presentó, nos saludamos con un fuerte apretón de manos. De rictus serio, impecablemente vestido y un saber estar y una educación exquisita.

Raúl Montesinos es Cantaor Flamenco. Sí en mayúsculas. Vino, con Juan Meneses, desde la Sierra Sur de Sevilla hasta el Valle del Guadalhorce en Málaga a cantar para recaudar fondos para la Fundación y poder ayudar al colectivo de niños con trastornos en su desarrollo o con diversidad funcional.

Cantó sin prisas, el silencio se apoderó del magnífico teatro aloreño y su voz, limpia y sosegada inundó la sala y nos transportó a un mundo de sentimientos y sensibilidades. El flamenco no te deja indiferente, se te mete por los poros de la piel y notas como corre por tus venas. O eso me pasó a mí, cuando escuché a Raúl. Cantaba e interpretaba, me aislé y me concentré en él, su rostro, tenso pero no agarrotado, cada músculo en su sitio, trabajando y conteniendo, hablaba con su brazo y con su mano. Se deleitaba con cada nota, con cada silaba, con cada palabra, con cada quejío. Raúl buceaba en el cante para mostrar nuevos matices, nuevos giros, ¿era un palo o varios en uno solo?, no lo sé, solo sé que me capturó. Por un momento que no se cuánto duró perecía que solo existía, su voz y yo. Los hombres también lloran y derramé, mansamente, un par de lágrimas, pensando en mis niños y escuchando a Raúl. Como aquella fría noche de noviembre, a sus 44 años, un cantaor investigaba para mejorar el flamenco, si es que el flamenco se puede mejorar.

Apenas pude balbucear unas palabras de agradecimiento cuando acabó. Dio todo sin pedir nada, pagó sus gastos y, además, me dio las gracias. La humildad es la mayor grandeza de la persona. Con su educación exquisita me escuchó, sin prisas. Le hablé de mis niños y mis mayores, porque todos son un poco míos. Y le dije que en primavera quería organizar un gran evento en el Fibes, el Palacio de Congresos. ¿Para los niños?, me preguntó. Para los niños, le respondí.

Puede usted contar conmigo, no conseguí que me tutease, -se lo digo a mi guitarra para que apunte la fecha. Gracias, de corazón, le dije. Lo que hace usted es muy grande, me dijo. 

No he vuelto a verlo. Ayer hablamos por teléfono.

  • Raúl, es el 27 de abril.
  • Le dije que allí estaría y allí estaré. Aunque me llamen de donde sea. Allí estaré.
  • ¿Juan también va a estar?
  • Es la comunión de su sobrina pero me ha dicho que, aunque sea el ultimo, llegará para un par de cantes (de Juan Meneses ya hablaré otro día, es otro que te para el pulso cuando el aire sale de su garganta para convertirse, en soleá o seguiriya)

Raúl es de los grandes, templado y sosegado. Su mirada te atraviesa y no te deja indiferente. Raúl es de los grandes. De los grandes que lo dan todo sin pedir nada a cambio. Eso es de cuna.

Y en el flamenco, en el flamenco es Raúl Montesinos, un investigador del cante, un forjador de estilos, que te hace soñar y llorar.

Si quieres sentir lo que yo sentí aquel 30 de noviembre, vente a verlo a Fibes. Escucharlo es la mejor recompensa.

Gracias Raúl.

(Juan (Meneses) de ti ya hablaré otro día)

Antonio Guerrero. Presidente Fundación AK Guerrero. 670 86 36 86