Conocí al Profesor Sánchez Alcázar en un evento para recaudar fondos para investigación de Mitocondrias.

Estaba prevista una proyección pero algo falló y el profesor lo explicó. Quedé fascinado. Con su parsimonioso dialogar explicó que las mitocondrias eran unas bacterias que hacia millones de años habían colonizado las células y habían llegado a un convenio, tú me das casa -dijo la mitocondria- y tú me gestionas la energía -dijo la célula-. A partir de ahí comenzaron su caminar en el resto de la vida.

Me fascinó, no solo el profesor, que lo hizo. Estábamos allí, en un acto de solidaridad, de ayudarnos unos a otros y resulta que millones de años antes, ya las mitocondrias y las células estaban siendo solidarias. Fascinante.

A Abel lo conocí bastante tiempo antes, una tarde, en Marchena. El Cait, dependiente del Ayuntamiento, iba a dejar de prestar el servicio. Alguien me llamó como representante de la Plataforma de Atención Temprana y allá que fuimos a calmar los ánimos. José Luis, su padre, alto y robusto, barba cerrada. Decía lo que pensaba, pero sobre todo, pensaba lo que decía. 

Unos meses después, a principios de primavera o finales de invierno de 2018, en Villablanca, conocí al Doctor Gonzalez Meneses y al Doctor Farrington. Me fascinaron. Era un día de mucha lluvia pero en mi interior, esos científicos encendieron un sol radiante que después, el profesor Sánchez Alcázar siguió proveyendo del combustible necesario. Yo venía muy tocado por Inma Ramos, Toñi Márquez, después los doctores Madruga, Rodriguez Sacristán, Bernal Pérez , …. me hicieron llegar al convencimiento de que la investigación era la clave, no la única pero, tal vez, la más importante.

Recuerdo como en mis palabras de cierre en Villablanca, dirigiéndome a los doctores Gonzalez Meneses y Farrington, les dije “ustedes saben investigar pero no saben buscar dinero, yo no sé investigar pero sé buscar dinero”. El Doctor Farrington me dijo “no te vayas sin darme tu tarjeta”.

Pocos meses antes había tomado la decisión, junto a Katy, mi eterna compañera, de dar un salto adelante y crear una Fundación para ayudar a todas las personas con alguna diversidad funcional, desde su nacimiento hasta sus últimos días.

Poco después de saber de las mitocondrias conocí a Manuel y Gustavín, ahí fui consciente de muchas cosas. Ahí las mitocondrias no estaban cumpliendo su parte del trato, no estaban gestionando la energía de las células, pero las células si le estaban dando casa. 

Dice a ley de conservación de la energía que ésta ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. Luego la energía que creaban los metabolismos de Manuel y Gustavín a dónde iba. Después supe donde iba.

El profesor Sánchez Alcázar esta investigando para que las mitocondrias de Manuel y Gustavín puedan cumplir su parte y la de otros niños.

Y un día conoció a Abel. Hiperplexia Tipo II, enfermedad rara, con la rareza de que al entrar Abel en crisis se le para el corazón. 4 minutos lo separan, cada crisis, de la vida o la muerte. Así de simple.

Abel no va al colegio, se le puede parar el corazón y puede morir. Pedimos un profesional sanitario para que si eso pasaba lo pudiese reanimar. Nadie respondió. Lo pidió el pueblo, nadie respondió, y cuando lo hizo, su alcaldesa, fue para decir que no. José Luis y yo llamamos a la puerta del profesor. ¿Casualidades? de la vida, tambien es y vive en Marchena. Pidió informes y papeles, no dijo nada. Fue amable en su despedida. Creo que tanto José Luis como yo íbamos dejando atrás aquel encuentro, que con el tiempo quedaría difuminado y por último olvidado. Pero el profesor llamó a José Luis y le dijo “creo que algo podemos hacer”, y lo incluyó en la línea de investigación de las mitocondrias. 

Estamos buscando fondos, de manera incansable y continua, para cofinanciar por parte de la Fundación que lleva mi nombre junto a otras personas y entidades, todas solidarias. 

Anoche estábamos juntos casi todos los Patronos de la Fundación cuando José Luis llamó y nos dio la noticia, a todos, sin excepción, se nos erizaron los vellos del cuerpo, alguna lágrima afloró a los ojos. José Luis le preguntó al profesor que cuánto dinero tenía que buscar. El profesor, con su pausado dialogar le dijo. Abel está en Mitocure y ahí está la Fundación. Al escuchar eso me emocioné y sentí una energía fluir por mi cuerpo. Ahora sabía a dónde iba esa energía que creía perdida y ni se crea ni se destruye, sino simplemente se transforma. En amor, en paz, en sosiego, en solidaridad. 

Tomé la firme decisión de buscar todos los recursos posibles para que más y más investigadores puedan hacer su trabajo. Ellos saben investigar, nosotros buscar los fondos. Ellos son las células, tal vez nosotros las mitocondrias.

Antonio Guerrero. Presidente de la Fundación. 670 86 36 86