Me ha llegado esta mañana este texto o esta reflexión y afirmación y no tengo más remedio que compartirla, unamos esfuerzos y sinergias. La Fundación ya lo hace. 

Vamos a firmar sendos convenios con las Universidades de Sevilla y Pablo de Olavide para formar al profesorado, alumnos y personal, desde conserjes a vigilantes, a enseñarles que hay personas diferentes, pero no con menos derechos, que deben ser tratados adecuadamente. Enseñaremos que deben hacer, pero sobre todo lo que no deben hacer para que estas personas no entren en pánico, desconcierto, se sientan incomprendidos, desubicados, ignorados o marginados.

También comenzamos un curso de un cuatrimestre con la Facultad de Ciencias de la Educacion de Sevilla para enseñar que hay un mundo diferente, que esta aquí y que debemos comprender para poder ayudar.

  • Texto que he recibido

¿Vale la pena el estrés por integrarlo?

Si vale la pena el estrés por integrar a tu hijo con discapacidad, es una pregunta que yo personalmente me hago decenas de veces al día. Principalmente cuando siento que las cosas son demasiado difíciles y que sinceramente, no es justo que hasta lo más simple se vuelva tan complicado cuando se habla de integración.

Sin embargo, cuando compruebo el resultado en el desarrollo de mis hijos y la independencia que han ganado, no tengo duda ninguna. Valen la pena cada una de las lágrimas y cada uno de los dolores de cabeza con tal de verlos donde están hoy.

En mi opinión, no podemos ni debemos darnos por vencidos. No podemos ceder el derecho de inclusión e integración natural de nuestros hijos, basados en sentimientos de culpa con relación a sus diferencias. Como padres, tenemos que dejar de permitir que otros sean los que definan lo que pueden y hasta dónde pueden llegar. Tenemos que dejar de creer en analogías sin fundamento que culpan a nuestros hijos por su discapacidad, haciéndonos creer que no son lo suficientemente buenos como para pertenecer al mundo que es de todos por derecho.

Tenemos que dejar de sentirnos inseguros acerca de los derechos de nuestros hijos, porque su derecho humano y universal es ser apoyados, tienen derecho a ser ellos mismos, y tienen derecho a pertenecer. Los mismos derechos que todos y para todos.

Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2007) | Artículo 24
Los Estados deben garantizar un sistema de educación inclusivo en todos los niveles, así como la enseñanza a lo largo de la vida, con el objetivo de asegurarles a las personas con discapacidad la posibilidad de desarrollar plenamente su potencial y propiciar su participación plena y en igualdad de condiciones como miembros de la comunidad.

Nuestras familias siguen siendo víctima del prejuicio y la ignorancia, y no hablo de acoso o de ofensa pública. Estoy hablando en cambio de la falta de información real y accesible para definir respetuosa y dignamente a una persona con discapacidad. Los días de concientización dedicados a educar acerca de la discapacidad carecen de importancia para la mayoría de las personas. Mientras tanto, y por falta de apoyo y de educación, nuestros hijos no son reconocidos como individuos, sino como etiquetas andantes con futuros pre-determinados y extremadamente limitados.

Aunque la respuesta es obvia, ¿porqué vale la pena seguir luchando por la integración de nuestros hijos con discapacidad?

Porque no hay un “mundo especial” allá afuera una vez se gradúan de la escuela.
Porque no hay “posiciones especiales” de trabajo y las expectativas son las mismas para todos en la vida real.
Porque no hay modo de enseñarle a un niño a hablar, interactuar o adaptarse al mundo sin interacción típica natural.
No hay modo de “repararlos” segregándolos en clases de educación especial.
Todo lo que necesitan es ser aceptados, comprendidos e integrados con sus propias capacidades y modos únicos de comunicación.

Mi punto es, esto no se trata de negarle a tus hijos los servicios y apoyos que necesitan y merecen, pero se trata de entender que no es lo único que necesitan ni lo más importante.

Tenemos que dejar de segregarlos para darles una vida plena.

Para cambiar el mundo, necesitamos normalizar la discapacidad, ayudarles a otros a entenderla y lidiar con ella de modo natural. Sin vergüenza, sin resentimientos, sin lástima, y sin prejuicio.

Y este el principio del verdadero cambio. Así que cuando me pregunto si realmente vale la pena el estrés de luchar por una comunidad inclusiva.

Si, vale la pena.

No sé quien lo ha escrito pero representa el sentir de miles de familias