Generalmente tendemos a hacer publico, divulgar a los cuatro vientos y presentar una queja o reclamación cuando algo se hace mal, e incluso -a veces- lo sacamos en los periódicos.

Por el contrario, cuando algo se hace bien o hay un gesto de solidaridad, de generosidad, de buena praxis, o bien lo entendemos como que “es su obligación” o nos limitamos a contarlo -a veces- a nuestro círculo más íntimo; y más como una anécdota que como un gesto.

Antes de ayer, jueves día 26, tuve una mañana muy intensa, caminé mucho y deprisa, tuve reuniones y ya, al finalizar, cerca del, puente de Triana, subí a un taxi para volver a casa.

En el trayecto hablé por teléfono con mi sobrino Carlos y hice referencia a la Fundación. El taxista bajó el volumen de la radio y cuando terminé de hablar con mi sobrino, me preguntó si me podía haber visto en televisión, le dije que sí, que era posible, se interesó por la Fundación y vinimos, el resto de trayecto hasta mi casa, hablando de sus fines, desde los niños nacidos ya con algún trastorno, lo que se detectan más tarde, aquella persona que en ese mismo momento estaba sufriendo un ictus, accidente y -sin esperarlo- entraba de lleno en el mundo de la discapacidad.

“tiene usted razón -me dijo el taxista-, no pensamos en eso y puede sucedernos en cualquier momento”.

Cuando llegamos a casa, el taximetro marcaba 8,24 €. Le di un billete de 10 euros.

El taxista me dijo “son 5 €, el resto para sus niños”.

Le di las gracias muy sinceramente, nos estrechamos las manos y le dije, “ingresaré los 3 € y medio en la cuenta”. Muchísimas gracias de nuevo.

Si lo que hace mal se hace público, este gesto de sensibilidad, solidaridad y generosidad, en alguien que está unas diez horas diarias al volante para llevarse el jornal a casa, tambien debe saberse.

No se si esto llegará al gremio del taxi, pero les estaré -a todos- eternamente agradecido.

Antonio Guerrero. Presidente de la Fundación. 670 86 36 86